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Proceso cerámico 1: Pastas cerámicas
Hoy tenemos nuestro primer artículo de una serie, sobre cerámica en los que me gustaría ir contando brevemente distintas partes del proceso cerámico.
Se que algunos conocéis más o menos en qué consiste, pero en general no es algo comúnmente sabido, así que os iré explicando algunos materiales y partes del proceso que yo realizo. De esta manera a la hora de hacer algún pedido o buscar alguna pieza, podréis tener cierta idea de lo que queréis y cómo está hecha, que sé que a muchos os interesa cómo va este mundillo tan bonito y curioso.
Vamos a entrar en materia, y nunca mejor dicho, porque vamos a ver las distintas pastas que podemos usar y sus características.
Las pastas cerámicas se clasifican principalmente según la temperatura a la que las cocemos, baja, media o alta. Yo utilizo las de baja y alta temperatura.
En baja temperatura tenemos la arcilla, que puede ser blanca (la loza) o roja (terracota, la roja de toda la vida). Yo uso casi únicamente la loza, que cocemos a 1050˚ en la primera cocción (llamada bizcocho) y en la segunda a 990˚, excepto en los murales de azulejos que se compran ya bizcochados y son de pasta roja. Lo que me permite este material es realizar dibujos con gran variedad de colores y detalles, aunque la resistencia de la pieza será menor.
En alta temperatura utilizo el gres (también está la porcelana), que cuezo primero a 980˚ y posteriormente a 1255˚. Esto supone que la pieza sea mucho más resistente y duradera. Por lo que para piezas utilitarias como tazas o platos que se vayan a usar frecuentemente, siempre es preferible usar este material. Los acabados tienen unas texturas y colores muy distintos, más interesantes por sí solos. Las pastas encojen al cocerse, aunque esta encoje más que la de baja, por eso también es más densa y dura. ¡Pura química!
Como podéis ver, los acabados y cualidades cambian mucho entre un material y otro, y por eso, me gusta usarlos cada uno de una manera.
Y hasta aquí lo de hoy.
¡Nos vemos!